Desde siempre tuve tendencia a la quietud. Sentarme a
contemplar el entorno por lapsos de tiempo indeterminados. El cielo era uno de
mis paisajes predilectos. Y fue ahí, durante esos periodos de relajación que comencé
a experimentar sensaciones intensas en el pecho que venían acompañadas de
chispazos de entendimiento inexplicables. Era como si de repente me diera
cuenta de algo concreto, y seguidamente aparecía esa extraña sensación en el
pecho, tan intensa como agradable. En ese preciso instante una certeza
desconocida para mí en ese entonces, me envolvía por completo. No sabía por qué
sentía ese tipo de cosas y mucho menos qué significado tenían. Y no fue sino
hasta que di con Un Curso De Milagros, con toda su teoría y sus prácticas, que
comencé a comprender.
Aplicando las enseñanzas del Curso de la manera más sensata
posible para mí en ese entonces, volví a experimentar la misma sensación
intensa agradable e inconfundible en el pecho. Así fue que pude reconocer que
mis experiencias previas a conocer las enseñanzas de UCDM no eran ni más ni
menos que experiencias de presencia, las cuales tenían lugar a raíz de mi afán por
aquietarme y no hacer nada; incluso por momentos llegaba a no pensar en
absoluto, y era en esos espacios, en esos instantes, que tenían lugar mis
experiencias. Estaba meditando sin siquiera saberlo.
Muchas personas recorren un camino a través de distintas
enseñanzas y prácticas espirituales buscando hallar esa experiencia que
transforme su vida. En mi caso se puede decir que comencé al revés; primero
tuvo lugar la experiencia y luego vino la teología que me dio un marco de
referencia. Ahora puedo elegir aquietarme y experimentar la presencia del Ser,
pero de forma totalmente consiente. Así es que experimento el Amor y la Paz que
no son de este mundo.